Yo creo en mí.

Yo creo en mí.

Creo en mi capacidad para superar la adversidad.

Creo en mi habilidad innata para extraer de lo malo lo bueno y hacer algo útil con ello.

Creo en mi fuerza interior, en mi lucha constante, en mi sentido común.

Creo en mis posibilidades.

Creo en mí cuando me digo que todo saldrá bien.

Creo en mis buenas intenciones.

Creo en mis malas intenciones, pero creo en que su finalidad es positiva para mí aunque el mundo no lo entienda.

Creo en mi derecho a ser feliz.

Creo en mis aptitudes para conseguir que otras personas sean felices.

Creo en mi reflejo, en el otro yo que veo frente a mi en un espejo. Creo en mi otro lado.

Creo en mi lado no tan positivo, no tan eufórico, no tan idealista. Pero intento no hacerle caso, aunque muchas veces tenga razón.

Creo en la superación personal del día a día. Creo que todo es posible.

Creo en no rendirme, en seguir caminando, en correr si hace falta, en llegar a un destino que nunca llega.

Creo que la meta es sólo el comienzo de otro reto, de otra aventura, de otra página, de otro capítulo, de otros momentos, de otra vida diferente, de más oportunidades.

Creo en cumplir los sueños porque éstos se cumplen cuando crees en ellos y no te duermes por el camino.

Creo en los sueños de día, los que se tienen sin cerrar los ojos y se consiguen sin cerrar el corazón.

Creo en tener el corazón siempre abierto, aunque por ello sufra y se dañe constantemente.

Creo en la vida, en ser feliz e infeliz para que todo esté equilibrado.

Creo en vivir cada día como si fuera el primero, sin mirar atrás.

Creo en vivir cada día como si fuera el último, sin mirar más allá.

Creo en aprovechar el tiempo y exprimirle todo lo que pueda.

Creo que se me da muy mal aplicar a mi vida todo lo que creo.

Creo en tantas cosas que a veces no me lo creo.

Y, cuando no me lo creo, recuerdo quién soy y que estoy vivo.

Y entonces vuelvo a creer.

Yo creo en mí.

¿Y tú? ¿Crees en ti?